El Cementerio Viejo de Elche


 

En 1807 el corregidor de Xixona ordenó a los pueblos de su jurisdicción, entre los que se encontraba Elche, que ejecutaran de forma inmediata la Real Cédula de 3 de abril de 1787 que prohibía los enterramientos dentro de las iglesias, y mandaba se construyesen cementerios alejados de las ciudades.  Así empieza el expediente originado para el levantamiento del camposanto ilicitano, donde se recogen todas las incidencias y problemas que surgieron, y que conserva el plano firmado por el agrimensor Juan Bautista Laiglesia.

El plano se titula "Plano, corte y fachada del cementerio" y representa la planta del cementerio, la fachada principal y el corte de la capilla.

El diseño se basa en el modelo del cementerio de San Idelfonso, el primer cementerio extramuros construido en España. 

El plano es de planta rectangular para adaptarse a la parcela disponible.

En el centro de la fachada principal se encuentra la capilla, con la sacristía a su izquierda y una casa para un religioso a su derecha. 

Dos puertas permiten la entrada de carros funerarios, y en el extremo izquierdo de la fachada se proyecta una casa para el sepulturero, con un alfolí para almacenar cal. 

Desde la sacristía, un camino con cipreses conduce al muro trasero del cementerio, donde se encuentran nichos, panteones y dos osarios en los extremos. 

Cada orden religiosa en la ciudad tiene su propio panteón, además de uno para capellanes y otro en el centro destinado a los miembros del ayuntamiento del año en curso, con su propio altar. 

Delante de los panteones, se disponen sepulturas para personas distinguidas que deseen ser enterradas allí o comprarlas para su familia. 

El terreno central del cementerio se reserva para enterramientos al aire libre. 

Se instala un vía crucis adosado a los muros exteriores del cementerio. 


El terreno elegido para ubicar el cementerio era: 

Una parcela en el Llano para el cementerio, ubicada en la "tijera" (zanja o cortadura que se hace en las tierras húmedas para desaguarlas) que se encuentra en la terminación de la Alameda llamada del Rey. 

Inicialmente, los médicos encargados de evaluar la idoneidad de la parcela consideraron que el terreno era pedregoso y poco apropiado para el análisis y desecación de los cadáveres. También preocupaba la dirección del viento, que podría llevar los olores hacia el pueblo cercano. 

Además, en este lugar, las aguas pluviales fluían hacia el cuartel de caballería, las cisternas y el aljibe del marqués de Carrús. 

En lugar de esta parcela, los médicos propusieron un bancal entre la acequia de Marchena y el camino de los Aljibes. Este lugar estaba bien ventilado, a una distancia adecuada del pueblo y conectado por un camino llano. La tierra allí era considerada "amorosa y dócil" para excavaciones y adecuada para la separación y desecación de cadáveres. 

Sin embargo, posteriormente, los médicos José Álamo y Diego Navarro cambiaron de opinión en otro informe y consideraron que la parcela originalmente propuesta reunía mejores condiciones para el cementerio. 

A pesar de que la junta ya había elegido el segundo terreno propuesto para el cementerio, la falta de fondos, la crisis económica y la Guerra de Independencia detuvieron el proyecto hasta 1811. 

En 1811, una epidemia de fiebre amarilla azotó la ciudad, lo que obligó a enterrar a numerosos fallecidos en una fosa común fuera de la población, en el primer terreno originalmente elegido, el bancal de la Olivera en el Llano. Es por ello que la Junta Sanitaria decidió prohibir los enterramientos en el interior de la ciudad. De este modo se trasladaron los cadáveres a unas zanjas a modo de fosa común en unos terrenos que se encontraban en la salida de la ciudad en dirección a Crevillente. 

El cementerio Viejo que data de 1811 y se construyó ante la prohibición de los enterramientos en el interior de las iglesias y la orden de construir “cementerios ventilados extramuros” para evitar daños a la salud pública. Como resultado, el proyecto original no se llevó a cabo en ese momento, y el cementerio no tuvo un muro que lo protegiera hasta 1814. 

El cementerio se inauguró en 1811, coincidiendo con la mayor epidemia que afectó a la ciudad, la fiebre amarilla, que resultó en la muerte de aproximadamente 11.000 personas, lo que representó el 40% de la población de Elche. La epidemia comenzó cuando soldados del Regimiento de Catalanes, provenientes de Cartagena, llegaron a la ciudad, donde ya se había declarado la enfermedad. Es por ello que la Junta Sanitaria decidió prohibir los enterramientos en el interior de la ciudad. De este modo se trasladaron los cadáveres a unas zanjas a modo de fosa común en unos terrenos que se encontraban en la salida de la ciudad en dirección a Crevillente. 

A lo largo del siglo XIX, el cementerio viejo de Elche se expandió y se embelleció con la construcción de panteones y nichos, adquiriendo la configuración que tiene en la actualidad. 

Desde octubre de 2010, el Cementerio Viejo forma parte de la Ruta Europea de Cementerios, una red que conecta camposantos en toda Europa mediante rutas culturales, revelando la diversidad cultural del continente y promoviendo la preservación de este patrimonio. 

Los cementerios son considerados una parte esencial del patrimonio cultural europeo, reflejando la identidad cultural y religiosa de sus regiones. La Ruta Europea de Cementerios incluye 53 camposantos en 39 ciudades y 18 países europeos y sigue creciendo con la incorporación de nuevos miembros de la Asociación de Cementerios Significativos de Europa (ASCE). 


En resumen, el Cementerio Viejo de Elche, ubicado en la "tijera" en la terminación de la Alameda del Rey, en el Llano, es un monumento conmemorativo de la epidemia de fiebre amarilla de 1811 y una parte integral de la historia y la identidad. culturales de la ciudad. Además, está conectado a una red europea que promueve la preservación y divulgación del rico patrimonio funerario de Europa.