CAPÍTULO 4. LOS GUARDIANES DE MARÍA
Junio
de 2008.
HOTEL HUERTO DEL CURA.
Parte 1.
ELCHE.
El hotel Huerto del Cura,
está situado, en el centro de la ciudad. Enmarcado en un entorno de palmeras y
plantas exóticas. Alonso, llevaba puesto el albornoz del hotel, se había tomado
una ducha, a la vez que, no había tenido tiempo, después de lo ocurrido a su
abuelo, a deshacer el equipaje. Como hacía todos los años, desde que tuvo que
marcharse de Elche, por motivos de trabajo, siempre reservaba unos días de sus
vacaciones, para visitar a su abuelo. Pero esta vez, al llegar se
encontró a su abuelo, notablemente decaído. Lo llevó rápidamente al hospital, y
aunque hicieron allí todo lo posible por él, ya no se recuperó. Recordó también,
su entrevista con Juan Campos y lo que le había dicho, respecto a su abuelo.
Bien era verdad que, en sus
últimas visitas a su abuelo, había encontrado a un hombre huraño, algo atípico
en él, pues siempre lo había recordado, como una persona extraordinariamente
extrovertida y vital. Pero esto lo achacó siempre a su enfermedad, ya que lo
limitaba constantemente.
Pero lo que no entendía, era
porque su abuelo, le había hecho eso, el que quisiera que permaneciera en
Elche.
Recordaba, cuando hablaba
sobre su marcha con su abuelo, este solo sonreía, creyendo hasta entonces, que
era una aprobación a lo que le decía.
- ¿Por qué me haces esto abuelo? -, dijo en voz alta, mirando por el amplio ventanal del bungalow.
Su mirada tropezó, con una
amplia terraza, conteniendo una magnífica piscina envuelta de vegetación, que,
gracias al clima mediterráneo, se mantenía durante todo el año, dando a los
huéspedes, momentos de paz y tranquilidad. En esos momentos, unos niños jugaban
dentro del agua, mientras los adultos, se entretenían tomando, en blancas
hamacas, el Sol. Otros en cambio, calmaban el calor, con refrigerios típicos
del verano, a la reparadora sombra, que les ofrecían las sombrillas.
Volvió de nuevo su mirada hacia el interior de la habitación, recayendo en el sobre que descansaba sobre la mesita. Era un sobre no muy grande, de color amarillo.
Se acercó a él cogiéndolo,
sintiendo el film de burbujitas, que protegía su contenido. Comprobó que la
letra era de su abuelo, bien cuidada y limpia.
A mi nieto
Alonso Artuán
Le dio la vuelta para abrirlo, y le chocó ver, que estaba lacrado en cera roja. Se sentó en la cama y abriéndolo, dejó caer su contenido encima de esta. Era una libreta de pequeñas dimensiones. Sus tapas, estaban oscurecidas por el uso más que por el paso del tiempo, pero en la parte inferior de la tapa, destacaban unas letras grabadas en oro:
B.A.
Fin del capítulo 4