CAPÍTULO 5. LOS GUARDIANES DE MARÍA
Mañana.
29 de diciembre del año 1370.
No supo cómo, pero notó que los pies se le hacían, cada vez más pesados. Hacía tiempo, que había dejado de sentir, el escozor de los pequeños cortes, en gran parte de su cuerpo producidos, por el carrizo. Intentó con todas sus fuerzas seguir andando, pero sus piernas, se negaron a obedecerle. El sonido de las aves en los humedales, empezó a parecerle ensordecedores, e intentó dar otro paso. Su cuerpo se resistió, y luego cayó de bruces entre las cañas y el fango, percibiendo, la fría agua entre sus ropas y la sensación húmeda, del salobre en sus labios. Intentó luchar contra su cuerpo, pero este se negaba a obedecerle. Fue entonces cuando cayó, en un profundo sopor.
La oscuridad se apoderó de él.
El Cap del Aljub
Antiguo nombre de Santa Pola.
Llamado así, porque en él se encontró un aljibe. En el cual, se colocó una torre para protegerlo, custodiada por tres soldados. Tuvieron que pasar unos doscientos años, para que esta, se convirtiera en fortaleza y fragmentara la línea de costa, por torres vigías. La primera, ubicada en la playa de las Azucenas de Tamarit. La segunda, estaba en la sierra y la restante, donde se encuentra en lo que actualmente es, el faro de Santa Pola. Todas ellas, cubrían el entorno de la Torre Fortaleza, del Cap del Aljub.
No lejos de allí, entre los humedales, los rayos de sol dejaban ver perfectamente un claro, en el cual se alzaba una casa calada de blanco. El portón de madera, flanqueaba el paso a la estancia, la cual se componía de una mesa, con toscos taburetes dispuestos a su alrededor. En la pared del fondo, a la izquierda, se dejaba ver un hueco con estantes, en los cuales, descansaban los utensilios de cocina, y otros enseres propios de esos menesteres. La sala dividía la casa en tres puertas. La de la derecha, era una habitación grande, en la cual, se hallaba un cofre a modo de armario, un gran camastro, con una cruz encima, toscamente acabada.
Al lado de esta puerta, se encontraba otra más pequeña, que daba a un espacioso patio, que acababa en los humedales.
Estaba constituido por un porche,
que había sido levantado por refuerzos de madera, cubriéndolo con cañas. Desde
allí, se podía ver claramente la Torre.
Hacía a modo de cocina, viéndose en ella un puchero, el cual, con su incesante burbujeo, advertía que se estaba haciendo una comida. También había un corral, en el que se divisaban algunas gallinas y pollos, que campeaban indolentes, entre unos conejos.
Un canturreo le reveló, que había alguien en la habitación de al lado. Lleno de curiosidad, intentó levantarse. El descanso había sido reparador, ya que había cobrado gran parte de su dinamismo, pero un incesante escozor le recorría todo su cuerpo. Se acercó cauteloso a la puerta y pudo ver, a una joven de tez morena y de ojos oscuros. Su pelo, que caía con descuidadas blondas sobre su espalda, era tan negro, que aparecían de él, al contraste con la luz, destellos de color azul.
Calculó que no tendría más de diecisiete años. Cantaba una hermosa canción, mientras se disponía a poner la mesa.
La joven se volvió con un gesto de sorpresa. De su cara, sin embargo, brotó una sonrisa.
-No debiera haberse levantado todavía. Está aún débil.
-¿Dónde
estoy?.-.Volvió a preguntar con insistencia.
-Muy cerca del Cap del Aljub. -Contestó ella mientras se acercaba, para cogerlo del brazo, añadiendo. -. Debe sentarse.
-Tómeselo le sentará bien.-. dijo depositándolo en la mesa.
-Fuera,
se la lavé. Está secándose.
-Y
¿Cuánto tiempo tendré que estar de esta guisa?
La joven, sin contestarle se dio la vuelta, y dirigiéndose a la habitación grande, entró en ella. Se oyeron unos extraños ruidos, y al momento volvió a aparecer con su juvenil sonrisa. En sus manos llevaba un bulto, el cual se lo entregó. Eran unos pantalones y una camisola.
-Póngaselo, supongo que le vendrá bien. -Dijo la joven. -Son ropas de mi hermano, son casi de la misma estatura.
-¿De su hermano? ¿Vive alguien más con usted? -Preguntó sobresaltado.
-¿No habrá creído que iba a vivir sola entre los humedales?-. Le contestó divertida al verle la cara.- .Con los bandoleros y piratas que vienen por aquí .¿No cree?. Sí. mi hermano y yo vivimos aquí, junto a mi padre. Ellos fueron quienes le encontraron.
-Y
¿Cómo fue que me encontraron?.
-Tuvo
mucha suerte, ellos van todos los días temprano, al alba, a los humedales.
Mientras mi padre pesca, mi hermano se dedica a la caza, con sus trampas, para
luego ir a venderlo al Cap del Aljub, para así obtener unas monedas, con las
que seguir subsistiendo. Fue mi hermano, al ir a buscar unas de sus trampas,
quien lo encontró. Pero en verdad fue mi padre, al ver en el estado en que se
encontraba, pues al caerse se debió dar contra algo, es por eso lo del vendaje,
quien decidió traerlo aquí.
El hombre se quedó pensativo, y
luego mirándola fijamente a los ojos, le preguntó:
-¿No
le dijeron nada de una caja envuelta en piel?
- No, solo traía una espada consigo, cuando lo trajeron.- Respondió sorprendida,
mientras mantenía la mirada limpia, sobre los ojos de él.- La tiene en la leñera, al lado del fuego. No me gustan las armas, por eso
la puse ahí. Puede cogerla cuando quiera.
El
hombre no hizo ningún comentario sobre su daga, supuso que la había perdido
entre los humedales. Después asintió y terminó con el tazón mientras ella
decía:
-Deberían haber llegado ya. Pero
esta mañana después de dejarlo a usted, me comentaron que, en la fortaleza, se
hablaba de que un guardacostas, había encontrado una extraña barca, en las
Azucenas, en Tamarit. Y lo más extraño, era que contenía la imagen de una virgen.
- santiguándose rápidamente. continuó - Después de hacer sus quehaceres, me
advirtieron que irían allí.
El
hombre suspiró para sus adentros, su mirada se perdió en el vació de la sala, y
se sumió en el silencio. El destino se estaba cumpliendo, se dijo para sí. Oyó
como la muchacha, se ponía de nuevo a canturrear, continuando con sus labores.