CAPÍTULO 3 .LOS GUARDIANES DE MARÍA







Amanecer

29 de diciembre del año 1370.



Una figura observaba al guardacostas desde la penumbra.

Los ropajes desaliñados, contrastaban con su persona. 

Quizás fuera porque éstas, aunque sucias, aparentaban ser de buena calidad, o bien, porque al fijarse con detalle, en sus gestos y movimientos, revelaba un aire caballeresco.

Aunque en su cara se denotaba cansancio, en su rostro, apareció una chispa de alegría.

Mientras el jinete se alejaba a todo galope, salió de su escondite y se dirigió al arca.

Al estas frente a ella, sintió que el tormento y la angustia que se habían apoderado de él durante días, pensando que no la volvería a ver más, se extinguía. Sintió que unas lágrimas recorrían sus mejillas. Con rápido gesto se las secó con las mangas de su sucia camisa.

Tocó con suavidad la tapa, viendo, que l guardacostas no la había cerrado, y sin dudarlo la levantó.

Lo que se descubría dentro del arca, era la imagen de una hermosa "señora" coronada, tumbada en ella, como si durmiera.

Sus manos permanecían juntas, pero no entrelazadas, dispuestas como si rogara a Dios. 

Sintió una honda ternura al recordar los retos y peligros, que había pasado junto a ella. 

Se santiguó, y como si de una mujer se tratase, con suma suavidad, escarbó entre sus ropajes, hasta que sus manos toparon, con un objeto rectangular. Al sacarlo, vio que estaba envuelto en una fina piel para protegerlo.

"Eso era lo que buscaba"

Nervioso, se lo introdujo dentro de la camisa. A continuación, colocó la ropa de la imagen como la había encontrado, y cerró con sumo cuidado, de nuevo la tapa.

Incorporándose, miró una vez más, a su alrededor, encontrándose con el Cap del Aljub. 

Decidió ir en esa dirección, utilizando la vereda, que había visto antes, entre los carrizales. Pasando a ser un viajero más que transitaba por aquellos lares. Ya que si se decidía ir por la playa, que sabía era el camino más corto, correría el riesgo de encontrarse algún otro guardacostas y no tenía tiempo de dar explicaciones.

No se preocupó por las huellas que había dejado en la orilla, pues sabía, que el mar borraría cualquier vestigio de su estancia en el lugar, antes de que volviera el jinete con las personas a las que, supuso, habría ido a informar del hallazgo.

Miró las inscripciones de la tapa, aflorando una sonrisa en su rostro. Sabía de la importancia del contenido y sus inscripciones. Hubiera dado la vida por ella, no solo una sino mil veces, por protegerla. Aún sin haber jurado hacerlo.

Ahora viéndola allí inclinada sobre la arena, al tiempo que el Sol la cubría con rayos dorados, supo que nunca olvidaría esa imagen. Sintió como su corazón se le aceleraba, cuando pensó en la "señora", y todo lo que le había sucedido, le pareció una señal.
 
La cual, le hizo entender más. Sintió la paz de encontrarse fuera de peligro y saber que, ese era, el final del su largo peregrinaje. 

Y comprendió, que no era voluntad de los hombres, marcar el destino del arca, sino todo lo contrario. Porque el deseo de la "señora", era estar allí hasta el final de los tiempos.

De forma decidida se dirigió al arca, al tiempo que de su cinto extraía una daga. Sentía que le quedaba algo por hacer, pues al igual que su progenitor, el Altísimo había dejado en sus manos, algo muy importante para protegerlo. Y ese "algo" estaba ligado a la "señora". Pues estaba seguro, que el vinculo que les unía era ese y que por todo lo acaecido, se protegían el uno al otro.

Rozó la camisa con sus dedos, como queriéndose asegurar que el objeto continuaba allí y se sintió mejor al notarla.

Se introdujo entre los humedales, perdiéndose entre el carrizo, en busca de la vereda que lo llevara al Cap del Aljub.

El arca quedó allí sola mirando al cielo, mostrando en sus vértices unas nuevas siglas grabadas: 

C.I.Y.A.

    Lo que significaba lo tenía muy claro. Era ni más ni menos que:

"SOY PARA ELIG"




FIN DEL CAPÍTULO 3