CAPITULO 2 . LOS GUARDIANES DE MARÍA

 




ELCHE.

Junio de 2008.


           Era un hombre no demasiado alto, de edad indefinida, a causa de su prematura canosidad. Unas gafas oscuras, ocultaban un recóndito dolor. Esa era la impresión, que había tenido el hombre que lo observaba salir, en esos momentos, del Cementerio Viejo, dirigiéndose por la Avenida de la Llibertat, hacia donde él se encontraba. 

          La amplia avenida, corta la ciudad de Elche, en forma horizontal, y se funde en su camino hasta el rio Vinalopó, con el puente del Ferrocarril, ofreciendo a su paso, la vista del Molí Real, enclavado en el Parque Municipal y el Hort de Baix, inmerso en un mar de palmeras.

           Una vez cruzado el puente, entramos en la Avenida del Ferrocarril, donde se encuentra enclavada la nueva Universidad Miguel Hernández, en dirección hacia la capital, Alicante.

Sin vacilar se dirigió hasta él.

 -¿Señor Alonso Artuán? -Dijo abordándolo.

El hombre, se volvió en dirección a su interlocutor sorprendido. Frente a él, se encontraba un hombre grueso. Su traje le era estrecho, lo que le hacía parecer más sofocado por el calor reinante.  Solo hizo un gesto afirmativo.

-Me llamo Juan Campos.- Continuó diciendo. -Soy., bueno, quiero decir, era el abogado y albacea de su abuelo. Deseo, ante todo, darle mi más sentido pésame, y disculparme, por abordarle de esta manera.

-Gracias. - Respondió Alonso, de forma grave y mirándolo irónicamente continuó diciéndole. - No me considere descortés, pero pudo darme el pésame como los demás.

-Debe saber, que fue la voluntad de su abuelo, que me presentara de esta manera.-Contestó rápidamente el abogado. - Como usted sabrá, en los últimos años, su abuelo se comportó de forma extraña. Ya no era el hombre alegre, que acostumbraba a ir por las tardes, al Parque Municipal a charlar con sus amigos, terminando contándoles las fantásticas historias, que tanto les gustaba oír.

-Era un hombre con mucha imaginación, en eso tiene usted toda la razón. -Contestó Alonso.-Pero piense en su enfermedad. Supongo que no quiso que vieran, como la enfermedad lo iba minando. Por eso se enclaustró.

-Pero no me negará que su abuelo parecía estar siempre rodeado de un halo de misterio?

-Bueno, abogado, no creo que este sea el momento, de hacer caso, de viejas habladurías.

-Eso no lo sé. Pero discúlpeme de nuevo, lo que sí sé es que, parece que ese halo de misterio, continúa aun no estando él ya aquí.

-¿Qué quiere usted decir?

-Como ya sabrá, su abuelo se lo dejó todo.

-Claro, soy su único pariente. -Contestó Alonso.

 Mientras hablaban, habían avanzado sin darse cuenta, un largo trecho. Estaban acometiendo ya, la calle Reina Victoria, en dirección al Ayuntamiento.  Ya no se veía el cementerio. Mientras, lo hacían, el abogado continuaba diciendo:

-Y sabrá que es bastante considerable. Tanto, que nunca tuvo que ponerse a trabajar, y así poder dedicarse a…-,

-INVESTIGAR-.Contestó maquinalmente Alonso, preguntándose, a donde quería llegar el abogado.  Empezaba a cansarse de la conversación, pero la curiosidad, le hacía mantener la calma.

-Sí. Esa era la palabra. INVESTIGAR. – El abogado cerró la frase con una sonrisa-. Y le puedo comunicar que, con esas investigaciones, le ha dejado una inmensa fortuna.

-¿Cómo que una inmensa fortuna?

-Su abuelo, por lo que he podido averiguar, era muy bueno investigando en los negocios. Sobre todo, en bienes inmuebles y acciones, hasta tal punto, que mi gabinete se está volviendo loco para tasarlo todo. Pero a grosso modo, le puedo decir que puede haberle dejado, varios cientos de millones.

-¿Qué me está diciendo?-. Repitió asombrado Alonso.

-Sí, Sr. Alonso. Varios cientos de millones, de euros.

  Alonso se paró, quitándose por primera vez las gafas de su cara, dejando ver una mirada profunda e inteligente, pero que, en aquellos momentos, indicaban que estaba totalmente sorprendido.

-Ahora y sabiendo, que soy el albacea testamentario de su abuelo, ya se debe imaginar porque estoy aquí. –Puntualizo Juan Campos-. Hago la última voluntad de su abuelo, comunicándole de este modo, lo que tengo que decirle. Ya que no sé porque razón, no quería que se lo dijera, como sería lo normal, en mi despacho.

-¿Y qué tiene que comunicarme?

-Para obtener la totalidad de su herencia, deberá de constatar una serie de requisitos, que, de otra manera, en vez de obtener la totalidad de la herencia, Sólo recibirá una pequeña renta anual.

-¿Requisitos?-.Empezaba a pensar, que su abuelo, lo estaba metiendo en una encerrona.

-El primero de ellos, es que tiene que vivir única y exclusivamente aquí, en Elche. Concretamente, en casa de su abuelo.-   Luego le entregó un sobre que llevaba en la mano, y continuó diciendo.-El segundo, continuar con sus investigaciones. En el sobre, tiene las directrices para continuarlas.   

-¿Me está tomando el pelo? ¿Qué voy a investigar? ¿Las historias de mi abuelo? -. Alonso hizo un gesto negativo con la cabeza. No hubiera pensado nunca que su abuelo le pudiera estar haciendo esto. - Usted ya debe saber, que tengo un puesto de responsabilidad en Barcelona,-protestó Alonso -, y no puedo dejarlo, así como así.

-Le comprendo, pero tranquilícese.  La primera es sencilla, sólo tiene que presentarme el certificado de empadronamiento, expedido por el ayuntamiento. - le contestó el abogado en tono conciliador-.  En lo referente a su trabajo, sé que sabrá cómo arreglarlo.

-¿Pero en las investigaciones, como sabrá que he seguido las directrices? -.  Apuntilló Alonso.

-Pues tendré que confiar en las palabras de su abuelo. -Dijo sonriendo el abogado.

-¿Y cuáles fueron esas palabras?

-Cuando usted esté en el camino correcto, mi gabinete se enterará.  Me temo que no puedo decirle nada más, porque yo tampoco he llegado a comprender, el significado de sus palabras.  Debe tener en cuenta esto, pues lo he dejado para lo último, con la idea de que lo piense.  Su abuelo, dejó también dicho, que en el momento que lo resolviera, Quedaría liberado del compromiso-. Sacó una tarjeta del bolsillo interior de su chaqueta, y se la entregó a Alonso, diciéndole. -Por favor, espere a ver el contenido del sobre, y luego saque sus propias conclusiones. En la tarjeta tiene la dirección de mi gabinete, para que recoja un paquete que dejó para usted. Cuando lo trajo estaba bastante nervioso, y por lo que entendí, era de gran importancia, por lo que temía que se lo robaran. Es por eso, que no he creído conveniente, el traerlo.  Le dejaré dicho a mi secretaria, que se lo dé si yo no estuviera en esos momentos.

-Gracias por todo, abogado. Pero como comprenderá, necesito tiempo para pensar en todo lo que me ha dicho. -Dijo Alonso, mientras se colocaba de nuevo las gafas, y se alejaba de él.

   Se dio cuenta entonces, que había cruzado el Puente Nuevo. Aceleró el paso, adentrándose en la Plaza de Baix o del Ayuntamiento, La plaza consistorial más antigua del sur del País Valenciano. Una seca campanada le hizo alzar la vista, hacia las proximidades de esta. La Torre de Calendura, marcaba la hora. Recordó las explicaciones de su abuelo, con respecto al reloj. Era una torre construida por Alonso Gaytán en 1572. Lo que la hacía particular, es que la esfera del reloj, Se encuentra en la parte opuesta, de la fachada del ayuntamiento.

 Compuesta por dos autómatas, que en 1579 fueron bautizados, Como Vicent Calendura el más pequeño, y daba los cuartos.  En ese momento, el movimiento lo hacía Miquel Calendura, marcando las horas.  

   Alonso lo miró como cuando era niño, lleno de fascinación, esperando el último repique de Miquel. Cuando lo hizo, eran las doce del mediodía. Aceleró el paso, perdiéndose a través de la corredora.

       FIN CAPITULO 2